Tristes, depresivos, proclives al suicidio... Así se nos presentan los emos al resto, y así nos los presentan los periodistas. Su manera de maquillarse, determinadas prácticas que a saber si son tan comunes como se nos cuenta, su aparente tristeza... Dan lugar a una mezcla de sentimientos por parte de los demás: algo así como lástima con un toque de asco. Y asco es el que les tienen muchas veces los miembros de otras tribus urbanas.
Los medios de comunicación suelen dar bombo a lo que les resulta beneficioso, ya sea por cuestiones políticas como económicas. Y aquí, en los emos y su incomprendida tristeza, la prensa tiene un buen pozo del que sacar un buen dinero. Temas para escribir reportajes, para alarmar a la población mediante el siempre rentable sensacionalismo.
El emo es el integrante de una tribu urbana que, como todas, se caracteriza por una manera de vestir y maquillarse, una manera de sentir y de ver la realidad y un estilo de música acorde con ello.
Es conocido, o al menos de ello se habla, el coqueteo de los emos con el suicidio. Esto es algo alarmante, es cierto, pero también es cierto que cuando un adolescente hace algo raro y forma parte de una tribu, a todos los integrantes de esa tribu se los trata igual. Ocurrió hace unos años con el rol y los jugadores de rol, y pasa con los adolescentes en general, a quienes algunos tratan en las tertulias de opinólogos televisivos como si fueran delincuentes en potencia. El "caso emo" no es algo que tomarse a la ligera, pero exagerar tampoco ayuda demasiado.
Eloísa, Evelin y Ramón
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